La producción creada por Kenji Kohan e inspirada en el libro del mismo nombre de Piper Kerman, “Orange is the new Black”, junto a “House of Cards” formaba parte de las primeras producciones originales de Netflix cuando la plataforma streaming dependía más de su catálogo que de sus propias series. Siete temporadas después, “Orange is the new Black” se despide dejando un legado ambicioso que pretende traspasar la ficción.
Cuando la serie comenzó, el enfoque estaba en Piper Chapman (Taylor Schilling) quien tras haber traficado drogas le tocaba cumplir una sentencia en una prisión de mínima seguridad encontrándose con todo tipo de presas, incluyendo a su propia ex Alex Vause (Laura Prepon). La tragicomedia giraba alrededor de las situaciones en las que se metía Chapman en un ambiente hostil lejos de su habitad natural. La dinámica de “OITNB” mutó al darse cuenta que dentro de su propio elenco había personajes mucho más interesantes que Piper que permitían desarrollar historias más intensas y llenas de complejidad debido al pasado cultural, las barreras socioeconómicas y la zona gris de los valores y de la ética. De ese modo, dejó de ser solo la historia de Piper para convertirse en la historia de un reparto coral especializado en explorar la humanidad de las presas ahondando en sus errores y sus delitos sin intentar justificarlas. Al mismo tiempo, la serie ofreció una mirada cruda del mundo de la cárcel de mujeres, un fiel reflejo de un sistema penitenciario roto.
Piper visitando a Alex en prisión
A los males ya conocidos como son la corrupción dentro de la prisión, los abusos de los guardias, la competencia entre mafias y la decadente industria de prisión con fines de lucro, la última temporada optó por priorizar los dramas personales, pero sobre todo en las consecuencias psicológicas de la vida tras las rejas; como las enfermedades mentales de Red (Kate Mulgrew) y de Lorna (Yael Stone) y la depresión de Taystee (Danielle Brooks) tras verse condenada a cadena perpetua. Asimismo, se resaltó el enfoque solidario entre las reclusas tanto en una esfera íntima como frente a las nuevas políticas de la cárcel y en una yuxtaposición muy poética; mientras las reclusas son sometidos a tratamientos deshumanizantes y condiciones inhumanas, la sobrevivencia depende de la conexión entre las personas y de la conservación de la esperanza. Gloria (Selenis Leyva) y Red que antes eran “enemigas” y se peleaban por encargarse de la cocina desarrollaron un vínculo de respeto y protección mutua para sobrevivir el aislamiento y luego trabajan juntas en la cocina de los centros de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
Blanca y Maritza detenidas
Uno de los temas más agónicos que tocó la serie fue el drama de las inmigrantes detenidas por ICE. Si nos indignaba el trato de las reclusas, el de las inmigrantes ilegales es mil veces peor. Despojadas de sus derechos y sin contacto con el mundo exterior, solo les queda el ingenio para arreglar su situación, y obviamente, muchas veces eso no es suficiente. A Gloria y a Flaca (Jackie Cruz) les tocó ser la conexión entre las inmigrantes ilegales y sus familiares y abogados incluso cuando eso significaba poner en peligro su futura libertad. Nuevamente, “OITNB” plasma un terrible panorama no muy lejano a lo que sucede en la actualidad y para seguir impactándonos con las atrocidades injustas, hay escena donde vemos a niños participar en sus propias audiencias judiciales.
Pese a que “OITNB” es considerado una comedia, y ciertamente tiene sus momentos de humor negro, siempre se ha tratado de un drama. Con una temática centrada en la difícil de la vida en prisión y el tono agridulce de su propia narrativa, un final feliz no estaba en las cartas, al menos no para todas, en cambio lo que obtuvimos fue un final emocional. En ese sentido, a “OITNB” le importa más que nos despedimos de los personajes a la par que celebramos el trabajo del elenco y por eso, deja varias historias al aire. Ya en el último tramo de la temporada vemos a la mayoría de las reclusas, algunas ya han cumplido su sentencia y se están adecuando a la libertad, como es el caso de Piper y Cindy (Adrienne C. Moore), otras deben continuar cumpliendo su condena, como Alex y Nicky (Natash Lyonne), y hay quienes continuarán en la cárcel hasta el final de sus días, como es el caso de Taysey y Daya (Dascha Polanco). Asimismo, esta temporada, una alcaldesa joven intentó mejorar las condiciones de la prisión, pero al final fue despedida, sin embargo, esta historia tuvo como eje la consistencia de un sistema que se rehúsa a cambiar porque no le conviene. Si hay alguna moraleja es que algunas cosas cambian y otras jamás lo harán pero cada uno tiene que adecuarse a su propio destino. Un gran ejemplo de esta realidad es que Taystee se inspira en la tragedia de Dogget (Taryn Manning) para ser profesora y Daya sucumbe al mundo de las drogas.
Daya
Lo más resaltante de la temporada final es que Taysett, victima perenne de la injusticia, idea una manera para ayudar a las mujeres que salen en libertad. Esta historia permitió que la serie propia presentara una iniciativa que entrelaza la ficción y la realidad: The Poussey Washington Fund. Se trata un fondo
que estará dedicada al apoyo de organizaciones sin fines de lucro especializadas en la atención de distintas áreas del ámbito penal y que busca ayudar a las mujeres que salen de la prisión. El fondo lleva el nombre del personaje de Samira Wiley que falleció en la cuarta temporada al ser asfixiada por un agente de seguridad y cuya tragedia provocó el motín que cambió la serie. De esa manera, estamos viendo algo poco común en el mundo del entretenimiento, pues, “Orange is the new black” quiere que su legado promueva un cambio en ese sistema penitenciario lleno de precariedades e injusticias que inspiró sus siete temporadas.
Poussey Washington Fund
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