Tras una primera temporada que aparentemente cerraba toda la historia, la segunda se centró en las repercusiones legales, psicológicas y emocionales de las Cinco de Monterey tras ocultar la verdad sobre la noche en la que murió Perry (Alexander Skarsgård). Al elenco A-1 se le añadió nada menos que Meryl Streep, la mejor actriz del mundo, y, como era de esperarse, se robó el show. Esta serie dominada más por el talento de sus protagonistas que por la propia historia terminó su segunda temporada con un final feliz o, por lo menos, uno positivo para sus figuras principales. Analicemos el rol de cada una de ellas:
-Mary Louis Wright: Meryl Streep ya tiene asegurada su nominación al Emmy. Toda la segunda temporada fue construida para que Meryl Streep haga lo suyo y se adueñe de la serie con su espléndida interpretación de Mary Louis Wright. “Big Little Lies” necesitaba una enemiga de talla para las Cinco de Monterey y Streep no solo lo hizo realidad, sino que también nos regaló una vista al interior de la mente de Mary Louis, la mujer estaba buscando la verdad sobre la muerte de su hijo pero terminó afrontando toda la verdad; el accidente que causó la muerte de su hijo Raymond fue su culpa y la violencia en Perry nació en parte porque ella lo responsabilizaba de la muerte de su hermano.
-Celeste Wright: Compartir escenas con Meryl Streep no amilanó a Nicole Kidman. Las dos comparten las escenas más fuertes de la temporada. Lejos de Streep, el conflicto de Celeste, que Kidman logra plasmar a la perfección, está centrado en el luto y la contradicción de sentimientos por una obsesión enfermiza con Perry y con la propia violencia de su relación. La importancia de la historia de Celeste es que demuestra la dependencia emocional de las víctimas de violencia familiar incluso cuando el maltratador ya no está en su vida. Que la vida privada de Celeste haya sido expuesta de una manera tan bestial en la audiencia por la custodia de sus hijos sirvió también como una llamada de atención para continuar el camino de sanación con una terapia apropiada. Su final feliz fue la ratificación de la custodia de sus hijos.
-Madeline Mackenzie: Reese Whiterspoon se lució nuevamente. Madeline es uno de los mejores personajes de la serie y en esta temporada vimos su lado más sensible cuando dio un discurso que terminó siendo una catarsis en plena separación de Ed (Adam Scott) tras el descubrimiento de su infidelidad. Si bien es cierto, la crisis matrimonial de Madeline y Ed no tuvo el mismo peso que el conflicto de su hija en la primera temporada, gracias a Whiterspoon y Scott, que le da vida a Ed, se trató de una historia que les permitió brillar por encima del resto.
-Jane Chapman: Shailene Woodley es una gran actriz pero... no le tocó una buena historia. Las mejores escenas que ha tenido esta temporada son las conversaciones sinceras que tuvo con su hijo Ziggy (Iani Armitage). Jamás le ocultó la verdad, muy por el contrario, fue absolutamente honesta con él pese a la dificultad que significa decirle a un niño que fue producto de una violación. Sin embargo, y si bien no se puede discutir el tema de la actuación de Woodley, le tocó una historia que tuvo una pierna coja; la relación con Corey (Douglas Smith), su compañero de trabajo en el acuario. Teniendo en cuenta que la temporada pasada Jane parecía haberse dado una oportunidad con Tom (Joseph Cross), quien estuvo ausente en la segunda temporada, la aparición de Corey y el ritmo rápido con la que se trató de darle forma a un romance sin bases melló un poco la temporada.
-Renata Klein: La segunda temporada de “Big Little Lies” se recordará por los arranques de ira de Renata. Es fácil disfrutar el cómo Laura Fern transformó la tragedia que vivía Renata en una tragicomedia con sus gritos y euforia. Se trata de un truco distractor para que no le prestemos atención a un arco poco satisfactorio. Renata, una de las mujeres más fuertes del grupo, una madre sacrificada, una abogada de carácter feroz, elegía quedarse con el idiota que le hizo perder su dinero y que también la engañó con la niñera… WTF. Lo bueno es que la historia se reconcilia con Renata regalándonos esa épica escena donde finalmente rompe todas las cosas de Gordon (Jeffrey Nordling).
-Bonnie Carlson: Al personaje de Zoe Kravitz le tocó la historia más débil de la segunda temporada. Luego de haber empujado a Perry por las escaleras, causándole la muerte, y después de pactar con las demás de ocultar la verdad, Bonnie se sumerge en una depresión funcional. La dirección de este arco argumental comenzó tambalear cuando se añadió una onda sobrenatural de las visiones de su madre y los flashbacks confusos sobre su niñez. En teoría la serie debía explicarnos que la razón por la que Bonnie estaba tan afectada por lo sucedido con Perry era por su propia historia de violencia familiar, pero la ambigüedad y la incongruente edición de los recuerdos no nos daba ni una pista de quién era el que agredió a Bonnie. El trato conflictivo con su madre y el resentimiento con su padre tampoco ayudaba. Era como si la serie no tenía claro cuál de los dos debía ser el “malo”. No es hasta el monologo final de Bonnie frente a su moribunda madre que entendemos el panorama pero para entonces ya habían pasado varios episodios girando alrededor de una nebulosa sostenida solo por el talento de Kravitz.
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