Pese a la crítica a la quinta temporada, la cual estuvo enfocada en las 72 horas que duró el motín, siento que sin ser la mejor, fue una de las más sólidas entregas de "Orange is the New Black". Para bien y para mal, se marcó un punto de quiebre y se encontró la excusa perfecta de mutar, de reinvindicarse y de comenzar de nuevo, pero como se ya sabemos en el mundo de "OITNB", ningún cambio es para bien y todo siempre puede empeorar.
La nueva temporada se desarrolla por completo en una prisión de máxima seguridad, un escenario que hace que Litchfield Penitentiary de mínima seguridad sea un hotel de lujo en comparación, no tanto por la locación, sino por las personas, tanto reclusas y guardianes. Si Piscatella (Brad William Henke) trataba a las reclusas como animales, los guardias en máxima seguridad las tratan como animales de circo cuyos enfrentamientos y problemas sirven como entretenimiento para ellos.
El malévolo juego del "Fantasy Inmate"
"OITNB" ya nos tiene acostumbrados a colocar a todos sus personajes en una zona gris en cuanto a valores y relaciones y ahora en una nueva cárcel esta dinámica se intensifica pero con un twist; las reglas son diferentes y los bandos están más definidos. Sin embargo, uno de los problemas de la temporada es que trata de abarcar demasiado mostrando las diferentes consecuencias del motín - el abuso de los guardias, el intento de reivindicación de Caputo (Nick Sandow), el control de la narrativa para cambiar los hechos, las alianzas en la cárcel, la adicción a las drogas, la corrupción, el chivo expiatorio para ocultar el crimen, el tráfico de influencias, etc, -
y no encuentra una forma clara de traspasar el mensaje social detrás de la historia las importante de la temporada; la tragedia de Tasha Jefferson “Taystee” (Danielle Brooks). De tal modo que el momento que más doloroso no proviene de la injusticia a la que es sometida Taysee ni a la falsa esperanza que se trató de construir al hacernos creer que podría ser declarada no culpable por el asesinato de Piscatella, no, el momento más doloroso proviene de la traición de Cindy (Adrienne C. Moore), porque aun sabiendo que Piscatella fue asesinado por los policías que entraron a la cárcel, prefirió sacrificar a su propia amiga para salvar su propio pellejo.
La serie siempre ha sido brillante al explorar la humanidad imperfecta y el sentido de sobreviviencia. Cada una se aferra a lo que tiene al alcance para sobrellevar el infierno de la cárcel. Por eso, desde la lógica egoísta donde prima primero el “yo” antes de lo demás, se puede entender a Cindy e incluso podemos justificarla porque nadie iba a creerle, no obstante, algo que también hemos visto durante todas las temporadas son los lazos de entre las internas. Estos vínculos en la comunidad pasan de la fraternidad a la familiaridad; Niki (Natasha Lyonne) llama a Red (Kate Mulgrew) “mamá”, Red considera como “familia” a su gente en la cárcel, Gloria (Selenis Leyva) intenta cuidar a Dayanara (Dascha Polanco) y Alex (Laura Prepon) cuida la espalda de Piper (Taylor Schilling), e incluso en su propio modo las reas del Bloque C y del Bloque D están unidas en su odio hacia entre los bloques. En ese sentido, es agridulce ver cómo algunos lazos se consolidan y otro se rompen por completo conveniencia personal como fue el caso de Cindy y Taysee.
En esta oportunidad, las nuevas reclusas me fueron completamente indiferentes, pero no voy a negar que esa bronca de Barb (Henny Russell) vs. Carol (Mackenzie Phillips), dos siniestras hermanas que iniciaron la absurda rivalidad entre el Bloque B y C, tienen un desenlace perversamente poético ya que ambas terminan matándose entre sí cuando tenían el plan de matar a Frieda (Dale Soules). También debo reconocer que Madison (Amanda Fuller), que más parece una villana de un dibujo animado, hizo más soportable a Piper, lo que es todo un mérito porque Piper es fácil odiarla. Pese a tener tantos personajes se ha sentido la ausencia de Maritza (Diane Guerrero), simplemente Flaca (Jackie Cruz) no es la misma sin Maritza.
La escena final inyecta un poco de esperanza; se esperaba que el partido de kickball fuera un baño de sangre y terminó siendo un juego sano lleno de diversión en medio de un lugar que respira misera, pero típico de “OITNB”, de nuevo nos devuelven a la realidad; mientras Piper sale de la cárcel, Blanca (Laura Gómez) es trasladada a un centro de inmigración dejando a un pobre Diablo esperándola con un ramo de flores en las manos. Creo que es la primera vez que “OITNB” refleja de manera directa la crisis de la política de inmigración de la administración de Donald Trump. De por sí, toda la serie pone reflectores en la problemática del sistema penitenciario desde diferentes ángulos, temporadas pasadas vimos la privatización de la cárcel más como una oportunidad de negocio que una mejora al sistema, así era solo cuestión de tiempo antes de que tocaran un tema actual y agudo como la inmigración, más teniendo en cuenta que la mitad del elenco es latino. Lo que hace esta escena más sobreacogedora es que en el juego de kickball, los colores que dividen al bloque C del bloque D, azul vs. caqui, se ponen a un lado entretanto en la vida real los colores y privilegios siempre están presentes y la cuerda se rompe por el lado más débil como es el caso de Blanca y de Taysee.
Terminada la sexta temporada, OITNB” no ha conseguido recomponerse en su totalidad, se ha desgastando la creatividad un poco, las villanas no son tan memorables pero cumplen su función de hacerse odiar, de todas formas, se trata de un buen preludio para el final.
"Be Free" es el mejor episodio de la temporada por ese contraste entre la esperanza y la infame realidad
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