La segunda temporada de “The Good Fight” parece ser un ejercicio de sobrevivencia de la era Trump. La protagonista de la serie, Diane Lockhart, interpretada por una magistral Christine Baranski, pasa por las 5 etapas del duelo por la democracia en un modo desesperado de aceptar una realidad que no puede escapar, una realidad que peca por la absurdidad de trivializar los problemas más serios de la administración del polémico presidente de los Estados Unidos, una realidad que parece entumecer a la población ante cualquier detractor. Como una clásica heroína de ficción, Diane acepta su “llamada a la acción” y deja la indiferencia a un lado para combatir a todo lo que representa Trump, aunque la lucha se torna un poco cómica, hay una intención clara de mostrar que hay varias formas de generar un cambio.
Desde que comenzó “The Good Fight” trató a Donald Trump como su propio Thanos, un enemigo que representa un peligro mundial cuya amenaza se siente pero no estaba presente directamente, ya en la segunda temporada, Trump es el centro de todos los arcos y es que su sola existencia ha “inspirado” a los demás a mostrar su lado más oscuro. De ese modo, casi todos los casos que vemos están relacionados con Trump cubriendo diferentes tópicos como nombramientos inapropiados, escándalos sexuales, la manipulación de los medios, la misma crisis de credibilidad de los medios, la cobertura de los medios de la nociva gestión de Trump y de sus políticas, como la persecución contra inmigrantes y los ataques a la prensa, hasta llegar a temas actuales como los casos de acoso sexual –que también está asociado a Trump puesto que el movimiento #MeToo nació poco después de la difusión del audio de Trump donde se jacta de toquetear a mujeres-, el incremento de popularidad del alt right – defensores de Trump-, el abuso de policial –política que Trump apoya incluso antes de ser presidente - y por supuesto, la historia más relevante de la temporada recae en la firma como tal porque es contactada por una abogada del partido Demócrata para preparar un posible impeachment contra Trump y así sacarlo de la Casa Blanca lo antes posible.
Incluso de “The Good Fight” ha compuesto una canción pegajosa que explica al mismo estilo de Rock Schoolhouse cómo funciona el proceso de impeachment.
Por encima de las otras historias, que involucran un embarazo no planeado por parte de Lucca Quinn, producto del embarazo real de la actriz Cush Jumbo, y la semiresolución de la persecución del FBI contra el padre de Maya Rindell (Rose Leslie), creo que esta temporada ha sido diseñada como un mensaje político que reclama un cambio radical. La actriz Margot Martindale vuelve a darle vida a Ruth Eastman, una de las abogadas más astutas del universo de “The Good Wife” que está trabajando para el partido demócrata pero que a su vez critica la “diplomacia” e “inocencia” de los demócratas y propone un plan de acción para ganar las elecciones y es que no basta con la esperanza de una utópica “ola azul” ni tampoco es suficiente ser el mejor en el papel, las elecciones se ganan con el voto y para conseguirlo se necesita un poco de malicia. En ese sentido, la misma serie está proponiendo ganarle a Trump en su mismo juego.
El mejor episodio de la temporada "Day 450"
Para esto, “The Good Fight” hace gala de la excentricidad en cada episodio, es increíblemente gracioso que Maritza haya visto el famoso “pee tape” (el video donde presuntamente prostitutas orinan en Trump en Rusia) o cómo los noticieros se loqueaban porque Trump iba llevar animales en su viaje a Europa hasta que descubren que fue un error de tipeo y que está llevando otra cosa, y en medio de estos momentos cómicos surreales tenemos casos sumamente brutales que ponen sobre el tapete debates polémicos en los que la serie no tiene una postura clara, pero cuyos personajes asumen una, al igual que el espectador.
El único republicano del buffete, Julius Cain (Michael Boatman) se muestra en contra de la vacancia de Trump alegando que sea el pueblo el que decida en el 2020 si Trump se queda o no mientras que los demás miembros del buffete prefieren lo contrario. Asimismo, hay diferentes opiniones sobre el consentimiento en el sexo y las repercusiones públicas tras tener una aventura de una noche.
“The Good Fight” sobrevive en la caótica “era Trump” navegando en las olas de la inestabilidad como un surfista profesional. No solo sobrevive a Trump, también lo supera encontrando la fórmula ideal y loca para de salirse con la suya - la mayoría de casos los termina ganando -, y en paralelo, contribuye un poco con promover la esperanza de que todo va a estar bien siempre y cuando se acepte la llamada de acción.
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