La serie creada, escrita y protagonizada por Phoebe Waller-Bridge, “Fleabag”, se consagró como una de las sorpresas más geniales del 2019, siendo reconocida por medios especializados y ganando el Emmy como mejor comedia el mismo año. Sin embargo, antes de “Fleabag” la serie, existió “Fleabag” la obra teatral, la cual volverá como parte de una función especial que será emitido por la plataforma streaming del teatro Soho (hogar de “Fleabag” la obra). Este evento me da sirve como excusa para hablar sobre una de las mejores series del año pasado.
La clave del éxito de “Fleabag” está en la sinceridad con la que aborda la vida imperfecta de su imperfecta protagonista, una mujer moderna que vive en una gran cuidad con problemas pasados, presentes y profesionales, pero que, en vez de abrumarse por sus dramas, prioriza satisfacer y disfrutar de su sexualidad sin ninguna vergüenza. La serie salta entre el humor y el drama y nosotros estamos entre llorar de risa y llorar de tristeza.
En la primera temporada, la característica principal de Fleabag era la forma en la que rompía la cuarta pared con monólogos internos y con miradas que traducían su fastidio, su inverosimilitud o su frustración con facilidad. El humor de la serie nace de la mezcla entre la frescura de su protagonista y un guion jocoso dispuesto a centrarse en verdades incomodas.
En el primer episodio, Fleabag se masturba viendo un discurso del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama. Inmediatamente esta escena se convierte en una de las más hilarantes y icónicas de la serie. El mismo Obama también puso a "Fleabag" en el radar al colocarla en su lista anual de recomendaciones de series y películas, un gesto que Waller-Bridge recordó y agradeció cuando la serie ganó el Globo de Oro a mejor serie de comedia. Lo que hace esta escena más incomoda es el hecho que Fleabag acaba de tener relaciones con su novio Harry (Hugh Skinner). En ese sentido, la comedia de la serie cuenta con cierta cuota retorcida, sádica e inmadura, pero que funciona de manera armónica como preámbulo de escenas desgarradoras de las desastrosas relaciones familiares de Fleabag que no se lleva bien con su hermana Claire (Sian Clifford), con su padre (Bill Paterson), con su madrastra (una sublime Olivia Colman) y con su propio pasado.
Fleabag viendo un discurso de Obamma.
Fuente: Tumblr.
Un punto interesante de la historia es la forma en que la serie descubre las “mentiras” de Fleabag o mejor dicho llena los vacíos de una narradora en la cual decidimos confiar a ciegas. Resulta que cuando Fleabag nos hablaba de la muerte de su mejor amiga nunca profundizaba en el contexto en el que se dio y conforme vamos a acercándonos al final de temporada descubrimos que la mejor amiga provocó ese accidente que la llevó a la muerte como parte de un plan para llamar la atención de su novio quien le había sido infiel con Fleabag. Cuando nos enteramos de la verdad, la cámara sigue a Fleabag y ella intenta huir, avergonzada y sofocada porque, aunque no sea la responsable directa del accidente que le quitó la vida a su mejor amiga, se siente culpable. Sabemos que toda acción tiene por efecto una consecuencia, entonces, cuando Fleabag se acostó con el novio de su mejor amiga, malogró la relación de los tres, llevó a la depresión a su amiga y puso en movimiento una cadena fortuita de eventos que terminaron con una muerte. Además, una infidelidad siempre es inexplicable e injustificable, pero en el caso de Flebag, es mucho más doloroso, porque traicionó a su mejor amiga cuando ella había sido su sustento cuando su madre falleció, había sido su hermana cuando su propia hermana no la comprendía y había sido su socia en un pequeño negocio. Pese a todo, entendemos a Fleabag porque hemos estado en sus zapatos, porque todos cometemos errores, porque somos humanos, porque sabemos lo mucho que le duele, aunque no lo exprese ni tampoco lo diga en voz alta.
El “hot priest” definió la segunda temporada y formó parte del camino de aprendizaje de Fleabag para conocerse a sí misma, aceptarse y quererse. Al igual que Fleabag, el sacerdote (Andrew Scott) está lejos de la perfección, es encantador y pícaro, pero a diferencia de Fleabag, el sacerdote tiene un amor absoluto de Dios. La presencia del sacerdote y su amor prohibido con Fleabag irradia una luz de esperanza que mejora en todos los aspectos de una serie que de por sí ya era bastante buena y como resultado, la segunda temporada termina consolidándose como la mejor.
Vale la pena aclarar que Phoebe Waller-Birdge se encargó que el sacerdote no solo sea un interés amoroso, sino que también nos reveló la complejidad de un hombre de fe que también tiene derecho a sentir, a dudar y a equivocarse. Tampoco es que el sacerdote es quien “salva” a Fleabag de su soledad o de sus problemas, al contrario, Fleabag ayuda al sacerdote a afianzar su fe y en retorno, el sacerdote hace que Fleabag abra de nuevo su corazón, algo que no había hecho desde la muerte de su mejor amiga.
Mientras la primera temporada termina con Fleabag aislada de sus seres queridos y descubierta por sus propios pecados, la segunda, la mejor, se va por el camino de la sanación espiritual y emocional. Sin arreglar o enmendar sus errores del pasado, Fleabag acepta el lugar que le ha dado su hermana en su vida, su hierática relación con su padre y la agresividad-pasiva de su madrastra y, lo más agridulce, acepta que el sacerdote elija a Dios por encima de ella.
La serie termina con el sacerdote rompiendo con Fleabag y en los últimos segundos, ella nos da una mirada honesta, sacude la cabeza y se aleja de la cámara. Antes, el romper la cuarta pared para nuestra protagonista era un mecanismo de defensa para expresar algo a alguien cuando no tenía a quién más acudir, lo que denotaba una gran soledad, y también era una forma de alejarse de la realidad, lo que denotaba aislamiento. Este mecanismo se redujo a simples miradas en la segunda temporada, más específicamente, desde que llegó el sacerdote quien parecía “atrapar” a Fleabag cada vez que quería romper la cuarta pared, cada vez que quería distanciarse de una conexión sentimental. Para cuando se despide, Fleabag está en un mejor lugar que cuando recién la conocimos y aunque no sepamos qué será de ella, confiamos en que será algo mejor. Con un sentimiento melancólico, el desenlace entra fácilmente en la categoría de los mejores finales sin necesariamente ser uno feliz.
El nombre de Phoebe Waller-Bridge tomó mayor relevancia a partir de “Fleabag”, la obra y la serie. Tras la confirmación que la serie no retornaría para una tercera temporada, la actriz/creadora dijo que sentía que la serie había terminado de una manera hermosa y que se sentía bien al decirle adiós. En ese momento, además de “Fleabag”, Waller-Birdge estaba produciendo otra joya televisiva llamada “Killing Eve”, protagonizado por Sandra Oh y Jodie Comer, y además, fue reclutada para co-escribir la película número 25 de James Bond, “No Time to Die”. Por azares del destino, Waller-Bridge ha decidido revivir a su personaje más célebre, a ese personaje imperfecto del cual nació una serie perfecta, por una buena causa; pues, las descargas de su función especial servirán para recaudar dinero para las organizaciones benéficas dedicadas a la salud y también para el fondo creado por la actriz/autora que tiene como propósito brindar subsidios para trabajadores teatros independientes de Inglaterra afectados por la pandemia generada por el coronavirus.
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