Ya lo decía un viral muy popular “no hay nada más triste que volver a donde fuiste feliz y ver que ese lugar ya no es el mismo”. Algo parecido sucede con “The L Word: Generation Q”, la secuela de “The L Word”, lo que antes fue un hogar para una comunidad casi sin representación en pantalla se volvió en una discoteca bulliciosa y caótica para el olvido. Esta es la autopsia de "The L Word: Generation Q".
Antecedentes
"The L Word" es una de las series más icónicas de la comunidad LGTBQ+. Aunque no fue perfecta, logró conectar con una generación y una comunidad que había tenido muy poca representación en el mundo de las series. La creadora de la serie, Ilene Chaiken, mencionó una vez que solo quería ver una serie en la que pudiera sentirse identificada y por eso inspiró su serie en su grupo de amigas. Hasta ese momento, las representaciones de lesbianas en la pantalla eran escasas y a menudo presentaban historias trágicas o solo eran personajes secundarios que ayudaban a los protagonistas. "The L Word" desafió estos patrones, al igual que lo hizo "Queer as Folk" en su momento.
La mayoría de los problemas de "The L Word", que ahora podemos reconocer (aunque no justificar), surgieron de la cultura de la época. En aquel entonces, no se tenía pleno conocimiento de las problemáticas dentro de la comunidad LGTBQ+ ni de las cuestiones relacionadas con la representación en los medios. En ese sentido, ver la serie ahora con los valores del presente va a causar uno que otro momento incómodo y hasta chocante. Por ejemplo, en la primera temporada, vemos a un hombre blanco identificado como lesbiana, las bromas sobre la bisexualidad de Alice y en la tercera temporada varias veces hay un maltrato hacia Max y su transición. Esto no se refiere sólo a las historias dentro de la serie, sino también a las decisiones de casting, como la elección de Sarah Shahi, de ascendencia iraní, para interpretar a un personaje latino, una elección considerada en la actualidad como una falta de respeto a la comunidad latina.
Lo más cercano a de “The L Word” en el mundo heterosexual fue Melrose Place y siguiendo su mismo ciclo de vida, “saltó el tiburón” de una manera espectacular mutando de ser una serie entretenida sobre un grupo de amigas hasta un placer culposo donde todas se acuestan con todas. Su última temporada quiso girar alrededor del misterio de quién mató a Jenny pero terminó sin pena ni gloria y sin resolución.
Desaprovechando la herencia
“The L World” agregó “Generation Q” en su título por dos razones; la primera; cuestiones legales y la segunda; la necesidad de aclarar que se trataba de un proyecto nuevo, porque aunque Ilene Chaiken era la productora ejecutiva, el equipo de producción no tenía nada con la serie original. La “Q” significa queer, un término que ha sido utilizado históricamente como un insulto, pero en los últimos años ha sido reivindicado por muchos miembros de la comunidad como un término de identidad. Q+ es un símbolo de inclusión y diversidad y eso es exactamente lo que la nueva serie pretendía ser. Esta "nueva Generación" detrás y frente a cámaras es mucho más consciente de los errores de “The L Word” y son capaces de señalarlos sin añadir nada nuevo.
Si bien el grupo original en un principio tampoco se sentía como un grupo de amigas genuino, con el tiempo, se remarcó que las diferencias entre ellas era la razón por las cuales paraban juntas. En la secuela, había una clara diferencia entre las nuevas y las “viejas”/originales (Alice, Bette y Shane). Sophie, la asistenta de Alice, era el punto de intercepción de las historias y aun así sus interacciones carecían de naturalidad. Por su lado, Shane y Tess quizás sea la historia más sólida de la serie, pero el problema es que es la misma historia que Shane ha tenido desde la tercera temporada del mundo de “The L Word”; se enamora, intenta comprometerse y al final termina siendo infiel. De nuevo, esto no era realmente un problema a los 20, el problema es que Shane ahora bordea los 40 y sigue sin romper ese ciclo, lo que sería una historia interesante si hubiera tenido un desarrollo apropiado.
El tiempo
Al ser una producción de Showtime, “The L Word” tenía solo 13 episodios por temporada, mientras que la última temporada, considerada la peor de la serie, tuvo 8 capítulos. Sin embargo, tenía algo a su favor; Ilene Chaiken quien tiene una gran experiencia en el mundo de las series y se volvió en una especialista en el manejo del tiempo. Sabía en qué momento tenía que apresurar ciertas historias y a otras las dejaba desarrollarse como una subtrama a la que regresaría más adelante, como el coqueteo de Alice y Dana durante la primera temporada que en la segunda tiene su apogeo. Del mismo modo, su equipo de producción intentaba abordar con tacto ciertas polémicas aunque no profundiza mucho en las mismas, como el colorismo en la familia de Bette. También se tomaron decisiones polémicas, como la historia de cáncer de Dana que finalmente termina con su vida. 20 años después, Chaiken aún sigue disculpándose y arrepintiéndose de “matar” a Dana. Pero lo más destacable es que incluso cuando la serie era mala, seguía siendo buena, eran tan mala que era buena. Convirtiéndose, al igual que Melrose Place, en un placer culposo y extravagante donde todo podía pasar.
Por su lado, “The L Word Generation Q” parece apretar el acelerador en todas sus historias y a veces ni siquiera tiene tiempo de cerrarlas cuando ya están abriendo otras. Es como si quisiera alcanzar las seis temporadas de la serie original en la primera entrega. Además, la serie se siente superficial, con un enfoque excesivo en escenas de contenido sexual y enredos románticos, en un intento de mostrarse más audaz que la original. Aquí vale la pena mencionar que si bien “The L Word” era atrevida, la mayoría de sus escenas de sexo tenía un contexto apropiado. La primera vez que vemos a Bette y Tina tener sexo ya sabíamos que eran una pareja que estaba pasando por una crisis y una sequía. Sin embargo, “Generation Q” no se molesta en crear un vínculo entre los nuevos personajes y la audiencia. Por ejemplo, la primera vez que vemos a Sophie y Dani ya sabemos que tienen buen sexo y nada más, recién más adelante conocemos sus problemas. En la primera temporada, es obvio que los productores querían que los nuevos lleven la batuta, pero como no funcionaron, en la segunda se intenta corregir el camino dándole más protagonismo a Bette, Alice y Shane e incluso trajo de vuelta a Tina para revivir el drama de una de las relaciones más icónicas y disfuncionales de las series. Hay que reconocer que si bien Bette y Tina son almas gemelas, su relación era desigual, tóxica por momentos y con problemas de comunicación.
El cameo más polémico que no se dio
"The L Word" tuvo invitados especiales icónicos, muchos de los cuales eran miembros destacados de la comunidad LGTBQ+. Estos incluyen a figuras como Billie Jean King, Gloria Steinem y Alan Cumming, junto con celebridades como Snoop Dog. En el podcast "Pants", conducido por Leisha Hailey y Katherine Moening, quienes interpretaron a Alice y Shane, revelaron que Snoop Dog aceptó participar en la serie gracias a las conexiones de la legendaria Pam Grier.
En "The L Word: Generation Q", los cameos continúan, y la mayoría de ellos son una celebración de los éxitos de miembros de la comunidad LGTBQ+. Por ejemplo, en el primer episodio, vemos a Alice entrevistar a la campeona mundial, Megan Rapinoe. Además, se brindó un papel a Rosie O'Donnell, y otros miembros de la comunidad LGTBQ+ hicieron apariciones en la serie, incluyendo a Daniel Sea, quien es más conocido como Max, incluso Shane se disculpa por cómo lo trató en el pasado. Sin embargo, como escribí “Generation Q” es capaz de reconocer los errores de la serie original, pero no ahondar en los problemas, por eso esta disculpa fuera corta y casi sin un contexto que explique que el trato que se le dio a Max en “The L Word” fue inaceptable, pero si no has visto la serie original, la escena no tendrá sentido.
Pero hay un cameo que jamás veremos y tampoco fue considerado. Sarah Shahi pidió públicamente que la inviten a formar parte de la secuela, pero la producción no estaba interesada argumentando que Sarah no era latina y por tanto no podía interpretar de nuevo al personaje de Carmen de la Pica Morales. Personalmente, un posible retorno de Shahi me hubiera entusiasmado antes de ver la serie, después de ver la serie, creo que Shahi se salvó del desastre. No obstante, sí entiendo que se hubiera armado una polémica innecesaria en las redes sociales sobre la actriz y por eso, siento que la producción tomó una decisión para protegerse de la crítica.
El cameo más esperado
En la tercera temporada se dio el retorno más importante: Dana. Se trata de un episodio especial y musical donde Alice sueña con Dana y conversa con ella sobre el fracaso de sus relaciones. En ese aspecto, no hay queja ni crítica, la serie siempre tuvo presente que el duelo de Alice era permanente y tanto ella como el público necesitaban ese reencuentro para despedirnos de manera apropiada de Dana. Tras esta experiencia, Alice se reencuentra con su ex Tasha y se da entender que podrían regresar, pero jamás se podrá desarrollar esta historia porque Showtime decidió cancelarlo.
De manera muy diplomática, en su podcast “Pants”, Hailey y Kate dieron a entender que no estaban de acuerdo con las decisiones que se habían tomado respecto a sus personajes, pero como buenas profesionales dieron su mejor esfuerzo con el guión que tenían en sus manos. Las dos actrices también dirigieron los que serían los últimos capítulos de la serie. Hailey reveló que tiene su propia versión de la boda de Tina y Bette, que difiere significativamente de lo que se emitió, debido a cambios impuestos por la producción y el canal.
Tras la cancelación, Showtime eliminó la serie de la plataforma de streaming Paramount, en la que se alojaban las series de Showtime. Esta decisión, aunque controvertida, se tomó para reducir costos y evitar pagar regalías a los actores. Después también surgieron rumores sobre un posible spin-off titulado "The L Word: Nueva York", aunque no hay confirmación oficial.
Revivir “The L Word” no parecía una buena idea, pero se sentía bonito volver a ver a aunque sea a parte del elenco original. Ya se sabía que una secuela implicaba una nueva producción, la introducción de nuevos personajes para tratar de atraer a la nueva generación y volver a ver a los personajes favoritos siempre tiene sus pro y sus contra ya que los encontramos en un lugar que no necesariamente queremos verlos. La brecha entre "The L Word: Generation Q" y "The L Word" no solo era generacional, sino también en términos de enfoque. Mientras que Ilene Chaiken se inspiró en sus propias amigas para crear una serie que refleja a la comunidad LGTBQ+, los productores de la secuela optaron por un enfoque más dramático y extravagante pero ni las historias están al nivel de la última temporada de “The L Word”. Lo más rescatable es que tras casi 20 años (y más en la historia original), Bette y Tina se casaron en sus 50’s en una ceremonia dramática tal como lo ha sido su relación.
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